Throughout my adult life, whenever I needed a prayer breakthrough, I called my parents. My wife and I are convinced that my father has a direct link to the throne of God and that God hears and answers his prayers. When my dad prays, godly things happen.
I have attempted to model, though often imperfectly, to our sons and now our grandchildren the impact of a father’s prayer. We have been given a perfect Father to emulate. The Bible calls Him God the Father.
The Seventh-day Adventist Church’s official fundamental belief regarding our understanding of God the Father is just three short sentences long. Of course, the Bible texts cited and the Bible itself offer considerably more information regarding God the Father.
The Old Testament does not provide much information that differentiates the persons of the Trinity. In fact, the emphasis is on “one God,” in contrast to the many gods of the heathen nations. (See Deuteronomy 6:4.)
So to find information specifically about the Father, we need to turn to the New Testament. The perspective is still on one God—but seen in different persons. For example, “for us there is but one God, the Father, from whom all things came and for whom we live; and there is but one Lord, Jesus Christ, through whom all things came and through whom we live” (1 Corinthians 8:6, NIV).
It’s here that we find the most extensive information about the Father. The most significant statement about the Father is when Jesus replies to Philip’s request to see the Father: “Anyone who has seen me has seen the Father” (John 14:9, NLT). There is clearly an identity between the Father and the Son—in nature, message, and mission. When the Jewish leaders confront Jesus, demanding to know if He is the Messiah, Jesus tells them, “I and my Father are one” (John 10:30, KJV).
In His prayer to His Father, Jesus clearly says, “I have revealed you to those whom you gave me out of the world” (John 17:6, NIV). He concludes His prayer with these words, “I have made you known to them, and will continue to make you known in order that the love you have for me may be in them and that I myself may be in them” (John 17:26, NIV). This is how Jesus defines His mission—to reveal the Father’s love.
By His life and ministry, Jesus sought to teach us in every way possible about the Father’s great love for all mankind.
“For God so loved the world that he gave his one and only Son, that whoever believes in him shall not perish but have eternal life” (John 3:16, NIV). Jesus demonstrated the Father’s love for us through His care for all those around Him, His words, and His miracles of healing. “Because whatever the Father does the Son also does” (John 5:19, NIV). Think of everything Jesus said and did and remind yourself that the Father’s love for us demonstrates itself in exactly the same way.
“For just as the Father gives life to those he raises from the dead, so the Son gives life to anyone he wants” (John 5:21, NLT). The Father gives us life, as does the Son. What does the Father want? “For my Father’s will is that everyone who looks to the Son and believes in him shall have eternal life, and I will raise them up at the last day” (John 6:40, NIV).
It is the Father who makes it possible for us to come to Jesus. (See John 6:65.) The Father honors those who follow Jesus. (See John 12:26.) The Father is the one who sends the Comforter, the Holy Spirit. (See John 14:16, 26.) In case we might be fearful of the Father as the Judge, Jesus says explicitly, “The Father judges no one. Instead, he has given the Son absolute authority to judge” (John 5:22, NLT). In terms of His nature, Jesus explains, “God is spirit, and his worshipers must worship in the Spirit and in truth” (John 4:24, NIV).
So if you want to know the Father, look at Jesus. The New Testament writers consistently express such a perspective and expand on the gifts given by the Father. For example, the disciple John writes, “We have seen his glory, the glory of the one and only Son, who came from the Father, full of grace and truth” (John 1:14, NIV). Jesus is full of grace and truth, just as the Father is.
As I write this, I am reminded of how much my earthly father loves me. Now that my mother is passed, life is not the same for my dad. His pristine memory is now fading, and he has to depend on us for constant love and care. Yet, I am convinced that his prayers still reach the throne room of God. Now, however, it is my turn to pray for my father and to model for him and our entire family the love and care he has always given to all of us.
Our current circumstances remind me of the following text. “See what great love the Father has lavished on us, that we should be called children of God! And that is what we are! The reason the world does not know us is that it does not know him” (1 John 3:1, NIV).
Instead of a doctrinal statement detailing this “Father God,” we are told to call Him “Abba, Father”—describing the close, intimate, family relationship with one who loves us. He is the “God and Father of all, who is over all, in all, and living through all” (Ephesians 4:6, NLT). However, we have the privilege of knowing this Father, the God of the universe, as our own personal friend.
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Leon Brown is the executive secretary of thePacific Union Conference.
Creencia fundamental número 3: el Padre
Por Leon B. Brown Sr.
A lo largo de mi vida adulta cada vez que necesitaba la respuesta a una oración, llamaba a mi padre. Mi esposa y yo estamos convencidos de que mi padre tiene un vínculo directo al trono de Dios y que Dios escucha y responde a sus oraciones. Cuando mi papá ora, suceden cosas piadosas.
He tratado de modelar, aunque a menudo de manera imperfecta, a nuestros hijos y ahora a nuestros nietos el impacto de la oración de un padre. Se nos ha dado un Padre perfecto para emular. La Biblia lo llama Dios el Padre.
La creencia fundamental oficial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día con respecto a nuestra comprensión de Dios el Padre tiene solo tres oraciones cortas. Por supuesto, los textos bíblicos citados y la Biblia misma ofrecen mucha más información sobre Dios el Padre.
El Antiguo Testamento no proporciona mucha información que diferencie a las personas de la Trinidad. De hecho, el énfasis está en «un solo Dios», en contraste con los muchos dioses de las naciones paganas (ver Deuteronomio 6:4.)
Así que, para encontrar información específicamente sobre el Padre, necesitamos ir al Nuevo Testamento. La perspectiva sigue siendo la de un solo Dios, pero se ve en diferentes personas. Por ejemplo, «para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y para el cual vivimos; y no hay más que un solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y por medio del cual vivimos» (1 Corintios 8:6).
Es aquí donde encontramos la información más extensa sobre el Padre. La declaración más significativa sobre el Padre es cuando Jesús responde a la petición de Felipe de ver al Padre: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9). Es evidente que existe una identidad entre el Padre y el Hijo, en la naturaleza, el mensaje y la misión. Cuando los líderes judíos confrontaron a Jesús, exigiendo saber si él era el Mesías, Jesús les dijo: «Yo y mi Padre somos uno» (Juan 10:30).
En su oración a su Padre, Jesús dice claramente: «Te he revelado a los que me diste del mundo» (Juan 17:6). Concluye su oración con estas palabras: «Les he dado a conocer tu nombre y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos y yo mismo esté en ellos» (Juan 17:26). Así es como Jesús definió su misión: revelar el amor del Padre.
Con su vida y su ministerio, Jesús procuró enseñarnos de todas las maneras posibles sobre el gran amor del Padre por toda la humanidad.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Jesús demostró el amor del Padre por nosotros a través de su amor por todos los que lo rodeaban, en sus palabras y en sus milagros de sanidad. «Porque todo lo que hace el Padre, también lo hace el Hijo» (Juan 5:19). Piensa en todo lo que Jesús dijo e hizo y recuérdate a ti mismo que el amor del Padre por nosotros se demuestra exactamente de la misma manera.
«Porque así como el Padre da vida a los que resucita de entre los muertos, así el Hijo da vida a quien quiere» (Juan 5:21). El Padre nos da la vida, al igual que el Hijo. ¿Qué desea el Padre? «Porque la voluntad de mi Padre es que todo el que mira al Hijo y cree en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el día postrero» (Juan 6:40).
Es el Padre quien hace posible que lleguemos a Jesús (Juan 6:65.) El Padre honra a los que siguen a Jesús (Juan 12:26.) El Padre es quien envía al Consolador, el Espíritu Santo (ver Juan 14:16, 26.) En caso de que tengamos temor del Padre como Juez, Jesús dice explícitamente: «El Padre no juzga a nadie. En cambio, le ha dado al Hijo autoridad absoluta para juzgar» (Juan 5:22). En términos de su naturaleza, Jesús explica: «Dios es espíritu y es necesario que sus adoradores adoren en el Espíritu y en verdad» (Juan 4:24).
Así que, si quieres conocer al Padre, mira a Jesús. Los escritores del Nuevo Testamento expresan constantemente esa perspectiva y amplían los dones dados por el Padre. Por ejemplo, el discípulo Juan escribe: «Hemos visto su gloria, la gloria del Hijo unigénito, que vino del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14). Jesús está lleno de gracia y verdad, al igual que el Padre.
Mientras escribo esto recuerdo lo mucho que me ama mi padre terrenal. Ahora que mi madre falleció, la vida no es la misma para mi padre. Su memoria prístina ahora se está desvaneciendo y tiene que depender de nosotros para recibir amor y cuidado constantes. Sin embargo, estoy convencido de que sus oraciones todavía llegan a la sala del trono de Dios. Ahora, sin embargo, es mi turno de orar por mi padre y modelar para él y toda nuestra familia el amor y el cuidado que siempre nos ha dado a todos.
Nuestras circunstancias actuales me recuerdan el siguiente texto. «¡Mirad qué gran amor nos ha prodigado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios! ¡Y eso es lo que somos! La razón por la que el mundo no nos conoce es porque no le conoce» (1 Juan 3:1).
En lugar de una declaración doctrinal que detalle a ese «Dios Padre», se nos dice que lo llamemos «Abba, Padre», describiendo la relación familiar cercana e íntima con alguien que nos ama. Él es el «Dios y Padre de todos, que está sobre todos, en todos y viviendo a través de todos» (Efesios 4:6). Sin embargo, tenemos el privilegio de conocer a ese Padre, el Dios del universo, como nuestro amigo personal.
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Leon Brown es el secretario ejecutivo de la Pacific Union Conference.