In 2007, members of Mosaic church in Los Angeles decided to put their years of improv experience to good use and create a community that benefited others while maintaining a spiritual foundation. They founded Monkey Butler, a non-profit comedy company that provided free workshops to the public, similar to famous schools like The Groundlings and The Upright Citizens Brigade. Tim Cress, pastor of North Hills church, joined the group after its formation and became an instructor. Having past improv experience himself, he eventually helped bring Monkey Butler to places like Denver and Boulder, Colorado, where he previously pastored. Now, he teaches improv at the North Hills church on a weekly basis.
This Tuesday night workshop guides a diverse group of people through various improv games, resulting in authentic and unfiltered creativity. One of the main elements of a typical improv class includes the creation of spontaneous scenes from prompts provided by audience members. The inclusive nature of improv also makes it a powerful tool for community building. “It gets us emotionally connected to one another,” Cress noted. “‘Fun’ is often not a word that people associate with church and spirituality, but it should be because God created us to play.”
Luke Blueford, a student of Monkey Butler, shared that this type of gathering allows him to interact with church members differently. “It lets me see that we are all one family, oriented toward making laughter a part of our lives as well as enjoying each other’s presence,” he said.
Improv is not just about comedy; it’s also about personal growth. Participants have learned to think on their feet, communicate effectively, and work as a team. Aldrich Mamora, an Adventist police officer, shared how the classes have impacted his professional life. “I’ve developed more patience for people, getting out of my comfort zone, and learning interpersonal communication,” he said. “It helps people reach their creative potential.”
“Improv brings people together like nothing else I’ve ever seen,” said Cress. “It has changed my life for the better. If you are vulnerable, you will discover things that you would never learn otherwise.” This sentiment has resonated with many of his students who formerly believed that they weren’t creative people, only to discover those misconceptions quickly crumbling. Monkey Butler is a testament to the power of humor and creativity in bringing people together in bold ways. As Cress aptly put it, “Improv changes life.”
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By Michelle Noland
Monkey Butler Improv une a miembros de la iglesia North Hills a través de la risa
En 2007 los miembros de la iglesia Mosaic en Los Angeles decidieron poner en práctica sus años de experiencia en la improvisación y crear una comunidad que beneficiase a los demás mientras mantenía una base espiritual. Fundaron Monkey Butler, una compañía de comedia sin fines de lucro que ofrecía talleres gratuitos al público, similar a escuelas famosas como The Groundlings y The Upright Citizens Brigade. Tim Cress, pastor de la iglesia de North Hills, se unió al grupo después de su formación y se convirtió en instructor. Habiendo tenido experiencia en la improvisación en el pasado, eventualmente ayudó a llevar a Monkey Butler a lugares como Denver y Boulder, Colorado, donde anteriormente pastoreó. Ahora, enseña improvisación en la iglesia de North Hills semanalmente.
Ese taller del martes por la noche guía a un grupo diverso de personas a través de varios juegos de improvisación, lo que da como resultado una creatividad auténtica y sin filtros. Uno de los elementos principales de una clase de improvisación típica incluye la creación de escenas espontáneas a partir de indicaciones proporcionadas por la audiencia. La naturaleza inclusiva de la improvisación también la convierte en una herramienta potente para la edificación de comunidades. «Nos conecta emocionalmente unos con otros», anotó Cress. «”Diversión” a menudo no es una palabra que la gente asocia con la iglesia y la espiritualidad, pero debería ser porque Dios nos creó para jugar».
Luke Blueford, un estudiante de Monkey Butler, compartió que ese tipo de reunión le permite interactuar con los miembros de la iglesia de manera diferente. «Me permite ver que todos somos una familia, orientada a hacer de la risa una parte de nuestras vidas, así como a disfrutar de la presencia de los demás», dijo.
La improvisación no se trata solo de comedia; también se trata de crecimiento personal. Los participantes aprender a pensar sobre la marcha, a comunicarse de manera efectiva y a trabajar en equipo. Aldrich Mamora, un oficial de policía adventista, compartió cómo las clases han impactado su vida profesional. «He desarrollado más paciencia con la gente, saliendo de mi zona de confort y aprendiendo la comunicación interpersonal», dijo.
«La improvisación une a la gente como ninguna otra cosa que haya visto», dijo Cress. «Ha mejorado mi vida. Si eres vulnerable, descubrirás cosas que nunca aprenderías de otra manera». Ese sentimiento ha resonado en muchos de sus estudiantes que antes creían que no eran personas creativas, solo para descubrir que esos conceptos erróneos se desmoronaban rápidamente. Monkey Butler es un testimonio del poder del humor y la creatividad para unir a las personas de manera audaz. Como dijo acertadamente Cress, «la improvisación transforma la vida».
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Por Michelle Noland